Maroma es, literalmente, el paraíso. Desde el momento en que llegas, todo el equipo se esfuerza por hacerte sentir especial. El servicio es excepcional y el personal, verdaderamente memorable. Quiero destacar especialmente a Emmanuel, quien desde el primer momento se encargó de que nuestras vacaciones fueran inolvidables. Nos acompañó durante toda la estadía, siempre yendo más allá con una actitud impecable. También merecen mención Juanita en el spa, Sergio y César en el restaurante, y Roberto, un bartender increíble. La gastronomía es fantástica: desde el café servido en la habitación cada mañana, hasta los completos y deliciosos desayunos en Casa Mayor, con detalles como una canasta de panes artesanales que cambia todos los días. El servicio en la playa y la piscina es impecable; los meseros están siempre atentos, y sus recomendaciones gastronómicas son acertadas y variadas. Puedes disfrutar desde platillos tradicionales mexicanos hasta opciones internacionales de alta calidad. El spa es absolutamente increíble: un oasis de calma y bienestar, con tratamientos de primer nivel y un ambiente diseñado para la relajación total. Las habitaciones y el hotel en general tienen un diseño arquitectónico espectacular. Cada detalle ha sido cuidadosamente curado: la decoración, la iluminación, los jardines… todo es simplemente hermoso. Estábamos celebrando el cumpleaños de mi mamá y el equipo del hotel se esmeró al máximo. Decoraron nuestra habitación con gran detalle y organizaron una cena privada en la playa que fue, sin duda, el momento más especial de la estancia. Maroma es un remanso de paz, oculto entre el mar y los manglares de la Riviera Maya. Sin lugar a dudas, es el mejor hotel que hayamos visitado.
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